La paradoja silenciosa del progreso
La tecnología nos conecta con más personas, más rápido. Pero también puede alejarnos.
Esto sucede cuando su desarrollo está impulsado casi exclusivamente por fines financieros, y no por propósitos filantrópicos. En ese contexto, algo esencial empieza a erosionarse: nuestra necesidad de relacionarnos con otros.
Relacionarse nunca fue el punto fuerte del ser humano.
Somos una especie que necesita del otro, sí, pero no venimos “equipados de fábrica” con habilidades de vinculación.
Y si bien el ego nos permite individualizarnos —y por lo tanto es necesario—, también representa un gran desafío. Porque para construir relaciones de confianza, muchas veces necesitamos dejar el ego a un lado. Y eso, en estos tiempos, se ha vuelto cada vez más difícil.
El aislamiento como estrategia
Lo preocupante es que este debilitamiento del vínculo social se está volviendo natural.
Nos resulta más fácil aislarnos que involucrarnos.
Elegimos la desconexión, incluso sabiendo que eso implica dejar de ejercitar lo que realmente nos sostiene:
la filantropía, la estructura social y familiar, el propósito compartido.
Isaac Asimov imaginó un futuro en el que los humanos evitaban el encuentro.
Hoy, esa hipótesis ya no parece ciencia ficción.
¿Realmente podemos ser así? ¿Eso sigue siendo humanidad?
Consecuencias visibles en el mundo del trabajo
En el ámbito organizacional, las consecuencias ya están a la vista:
Relaciones frágiles, conversaciones evitadas o superficiales, liderazgos cada vez más solitarios.
La tecnología se ha transformado en nuestra forma de comunicar, colaborar y liderar.
Pero si no está guiada por una intención humana clara, también puede distanciarnos de lo esencial: la posibilidad de construir con otros.
Volver al propósito compartido
Se vuelve urgente, en este momento, que los seres humanos entrenemos nuestra capacidad de vincularnos.
Que diseñemos nuevas formas de pensar el desarrollo personal y profesional:
más profundas, más lúcidas, más conectadas.
Tal vez no se trate de renunciar a la tecnología, sino de recuperar algo que nunca debimos dejar de lado: el ejercicio constante de nuestra humanidad.
Porque sí: también podemos usar la tecnología para unirnos.
Existen plataformas que permiten a personas encontrarse, conocerse y crear vínculos genuinos que no habrían sido posibles de otra forma.
Ese debería ser el foco: usar lo digital para apoyar lo humano, no para reemplazarlo.
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